Estuviste maravillosa como
siempre, querida. No, hoy no he comprado los periódicos pues siempre dicen lo
mismo: La bella Margot, espectacular, recibe los aplausos y vítores de un
teatro enfebrecido. ¿Yo?. En el mismo palco en el que cada noche te veía salir radiante y espléndida
para entregarte al personaje de la mujer angelical que cae rendida en los
brazos del amado, dejándome el corazón henchido
de pena, desconsuelo y celos. Ya lo sé. Me lo has dicho miles de veces pero no
logro acostumbrarme. En las primeras representaciones cuando José Ramón besaba
tus labios con esa pasión desbordada que parecía escapársele del alma, salía al
pasillo rumiando mi furia. Ya lo sé, ya sé que me pongo pesado por eso no
insisto. Qué alegría Margot ver como una vez tras otra, el telón baja, sube y vuelve
de nuevo a bajar como doblegándose al encanto de tu interpretación prodigiosa.¿La
prensa?. Cómo te va a tratar, como la diva que eres. ¿Sabes estuve tentado a
entrar en tu camerino, pero la multitud era tan apabullante que hasta la
policía tuvo que desplegar un cordón que impedía el paso. Claro que le dije que
era tu mayor fan, el personaje tragicómico que cae inerte si alguna vez no
sigue los pasos que marcas. Londres, París, Roma, Milán y luego el salto a
América, Nueva York, Boston, Chicago, Las Vegas. ¿Cómo?, A sí, claro, lo
olvidaba, Dublín y Asia y todo el mundo que se postra atónito al oir esa voz
que traspasa las fronteras de lo humano para convertirse en divino. ¿Mis
cosas?. Mis cosas van mejor, ¿sabes? En la pensión todos te adoran y me piden
entradas para verte. El otro día sorprendí a Doña Paca, la patrona, cogiendo a
hurtadillas tu fotografía y llevándosela al pecho con inefable gozo. Por
cierto, Don Francisco, el que te conté
que se quedó viudo, anda ya en líos con una lotera de Fuencarral. Parecen dos
tortolitos. Primero se miran, luego él le guiña un ojo, y como dos pipiolos
enamorados, entrelazan sus manos bajo la falda camilla. El amor Margot que no
conoce la frontera de los años. Pero no te preocupes por mí, aquí aunque no
sobrado en cuartos, voy tirando lo que me queda de vida y visitándote en este
tu teatro que aunque frío y tétrico, intento que esté lo más acogedor posible,
Claro que te quiero, cómo no voy a hacerlo después de tantos años. Claro que
añoro tus risas, tu mirada clara y limpia y la vez que me tendiste la mano para
que te la besara. El tacto de esa piel suave de dedos largos y estilizados, el
perfume que despedía tu cuerpo agotado por el cansancio. Ves me estás haciendo
llorar y sé que esto no te gusta.
-
Don José. Son las nueve y vamos a cerrar. Ya sabe que por mí..
- Ya lo sé hijo. Un momentito que ya me
despido.
Hay
que ver Margot cómo está la juventud de hoy en día, miran el reloj como deseando
que el tiempo pase más rápido de lo que lo hace. Pero bueno, las normas se han
hecho para respetarlas. Te he traído un ramito de margaritas. Con la pensión
que me ha quedado, no me da para mucho más. Bueno cariño. Me marcho. La lápida
te la he dejado reluciente, ya sé lo coqueta y aseada que eres. ¿Le has
preguntado al de arriba si vas a tardar mucho más en venir a buscarme?. No, si
es por estar preparado.
-
Señor, No se olvide el sombrero.
-
Gracias. Ayúdame a levantar, estos huesos….
-
Don José. ¿Quiere apoyarse en mi brazo?.
-
Te lo gradezco, hijo. ¿Sabes?. Esta es la tumba de Margot Rodríguez San Pedro.
Una diva como no ha habido otra igual.
La
noche se cierne en el cementerio, Don José, renqueante se aleja del brazo del
joven que escucha con una sonrisa benévola...
Detrás,
detrás quedan los muertos dejándonos como una reliquia su vivo recuerdo.